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domingo, 22 de enero de 2012

El servicio militar de Eduardo (EL TABACO Y LAS ROSAS)




Para 1973 Rafaelo estaba decepcionado de su colegio. Durante las vacaciones fue a al curso de preparación para entrar en la facultad de Derecho, en la Pontificia Universidad Católica, en reemplazo de su hermano que fue enviado por sus padres al servicio militar “para que se haga hombrecito”.
Realmente se sintió feliz con las ciencias sociales, que le parecían mas de razonamiento, que las ciencias físico-matemáticas, que estudiaba en aquel entupido colegio militar, donde él, como subcomandante del colegio, el rector y los profesores, tenían el oficio de torturar, en nombre de la disciplina, antes que de educar.
Se preguntaba por que eligió físico-matemático en lugar de sociales y la respuesta era simple, existía el prejuicio de que a sociales, eran  los vagos y el era el más estudioso de su curso.
Antes de entrar en ese mundo donde se sentía ajeno, figurando a costa sólo de memorizar palabras y operaciones matemáticas, se dio cuenta que era un espacio donde los sentimientos y las sensibilidades, las ideas propias, carecían de espacio.
- Perdone Coronel. ¿Por qué en el colegio no hay un orientador vocacional o un departamento de Psicología? Preguntó al rector del colegio, el primer día que tuvo oportunidad en aquel feo edificio de cuatro pisos, con dos estrechas canchas y un triste graderió, donde sus compañeros salían como iguanas para abrigarse del frío del cuerpo y del alma, que trasmitían los mecánicos profesores.
- ¿Por qué me preguntas eso?
- Ayer he visto como era expulsado uno de los mejores estudiantes, que incluso era comandante de curso, porque cansado del abuso del profesor de matemáticas, el Mayor Torres, que lo comenzó a golpear, le respondió con una patada voladora que derrumbo al profesor. También se me viene a mi memoria cuantos castigos sufrió mi hermano aquí y en la casa, porque no cumplía con sus tareas. Un día incluso lo amarraron como a un perro, con una cadena para que las hiciera y no llegara tarde, después de que mis padres tuvieron una entrevista con usted. Yo me siento desorientado en la especialidad que escogí. Ahora que me falta este año no puedo dar vuelta atrás. Tenemos muchos compañeros y compañeras con problemas por embarazos accidentales, que ha tenido que casarse forzosamente y abandonar el colegio o escapar.
- Yo siempre pensé que eras mejor en sociales. Pero escogiste físicos.
Los domingos reemplazó a su hermano como juez de padock, en el hipodromo,  padock era el lugar por donde desfilan los caballos antes de las competencias y donde se pesan los jinetes. Por este trabajo recibía por primera vez una paga, que le daba dignidad, y por primera vez no tenía que pedir a sus padres dinero, siempre avergonzado de hacerlo.
La familia hacía viajes a visitar a su hermano cada dos o tres meses. El verlo en el cuartel era deprimente. Se había puesto más delgado, su cabello cortado al estilo militar hacia resaltar sus los ojos exorbitados, que decían de su problema de tiroides, pero que nadie entendía lo que pasaba con él.
- ¿Cómo le va hermano?. Le preguntó en el jardín el cuartel de Tulcán, la fría población en la frontera norte.
- No es fácil, soy el más alto del batallón y el más flaco, pero además al que lo ponen para pegarlo por todo, porque soy según ellos, hijo de rico, un aniñado que tiene que hacerse hombrecito. Aquí se percibe el odio a los ricos, tengo que pagar para que me permitan dormir, porque sino hacen ruido. Aunque no lo crea hay maricones, Me han puesto en el área educativa, tengo que enseñarles porque al menos ocho de cada diez conscriptos no saben leer. Tengo la impresión que la conscripción es una oportunidad para los ecuatorianos pobres, pero los que están estudiando, saben que esto es venir a perder el tiempo, a recibir órdenes de gente tonta, que ocupan la mayor parte de su tiempo y de su cerebro en rutinas de correr, marchar, disparar, hacer guardias, ser robots con la obediencia ciega viviendo el desprecio de la persona de menor rango o antigüedad.
- ¿Cómo se divierten ustedes?
- Yo me he conseguido en Colombia unos libros de marxismo, que los tengo escondidos porque si me los llega a ver me matan, y se lo digo….Me matan. Aquí hay dos cosas que se aprenden: a odiar a los peruanos y a odiar a los comunistas. Los tres primeros meses nos tuvieron encerrados hasta ponernos dóciles. Incluso un día trajeron putas, que hicieron un show delante de todos, pero sólo los oficiales se las tiraron. Cuando estoy franco me voy a Pasto, o me escapo a cualquier pueblito cercano. Lo único que nos divierte son los chistes, tengo anotados los mejores. Hay un sargento que es el más hijo de puta, esta semana le clavó un palo en la cabeza a un compañero indígena y lo ha dejado loco. Su familia le ha metido un juicio y quiere que papá lo defienda. Si no lo hace me va a joder.

El padre de Eduardo era un famoso abogado de Quito y  salvó al sargento de la cárcel, confiando que las cosas cambiarían para su hijo,  pero cambió en nada la conducta del hombre, se volvió peor, pues ahora los conscriptos e inclusive los oficiales lo veían como un intocable, que podía hacer lo que le daba la gana.
Faltando cuatro meses para terminar, Eduardo solicitó a su padre y a su madre que lo sacaran a otro lado, porque ya su vida peligraba por el abuso en los ejercicios y los castigos. Así que se le pasaron la provincia del Oro. El cuartel de Pasaje funcionaba como un especie de curso de entrenamiento en uso de armas de fuego para lo más dañado de las barriadas pobres de Guayaquil,  Quevedo, o Babahoyo, que llegaban a ese caluroso cuartel, cuando podían evadir los odiados cuarteles de la Sierra.
- ¿Que haremos este fin de semana flaco?- Le preguntó a Eduardo uno de los mas pícaros.
- Me voy a conocer Jambeli. Me dicen que las islas tienen manglares y playas muy bonitas; quiero comer un buen ceviche.
- ¿Por qué no te vienes con nosotros a ver peladas, que es más chévere? Te enseñamos la nota y nos pagas.
- ¿Qué me van a enseñar?.
- El bacile. Verás, la plena es que nosotros venimos al cuartel para aprender a manejar armas. ¿Me entiendes? Pero esa nota de que la Patria y más huevonadas no van con nosotros. De aquí nos pisamos, mejor dicho, nos vamos a Santa Rosa, a Machala, Quevedo, al Guayas, para divertirnos chupando alcohol y tirando a las peladas, hasta cuando se nos acaba el billete; cuando se nos acaba el billete y hay una presa fácil lo encuellamos, ¿Me entiendes? Lo agarramos por el cuello así; si es hombre, para que afloje la plata y se es pelada para que afloje el cuerpo. Después tranquilos nos venimos al cuartel a hacer el teatro, aquí nos dan cama y comida. ¿Entendiste?
- Sí, claro, pro esa no es mi onda. No me interesa.
- Bueno, pero si quieres estar tranquilo pásate unos reales y cuidado aflojes el dato, porque te pelamos.

-¿Qué esta haciendo conscripto ?- Le interrogó un capitán que lo encontró en los jardines, cuando leía un enorme libro, lujosamente empastado, que me pidió prestado su hermano .
- Estoy leyendo. ¡Mi Capitán!- contestó en tono militar y poniéndose inmediatamente de pie, en posición de firmes.
- ¿Me permite?
- Si mi capitán
- ¿De qué se trata?
- Es una recopilación completa de los mejores pensamientos de escritores, filósofos, y  sabios de culturas como la china, la indú.
- ¿Es suyo?
- No señor. Me lo han prestado únicamente.
- Me lo presta para ojearlo esta noche.
. Si mi capitán. Pero necesito devolverlo mañana.
Aquel capitán no sólo que le robó el libro, sino que lo mandaba a castigar cada vez que Eduardo se lo pedía.
Cuando por fin terminó aquella tortura del servicio militar. Eduardo buscó por todas partes el libro para comprarlo y devolverlo a su hermano, pero nunca lo pudo encontrar.  Pero el volver a ser un simple civil le devolvió la vida, y se hizo un fiel creyente del marxismo.

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