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martes, 21 de febrero de 2012

El robo

Estaba preparado para enfrentar enfermedades, el rigor físico, la inclemencia del tiempo, pero no para el robo de su celular.  En el tenía un mundo de relaciones construidas día a día y con las que fraguaba planes y proyectos para superar la incertidumbre diaria del desempleo.
-Voy a concentrar toda mi energía mental en convertir a ese objeto robado en un nucleo de la maldad-pensaba mientras concentraba su mente mediante un riguroso ejercicio de yoga.
-¿Qué es la maldad? ¿Cómo nace? ¿Cómo se propaga? ¿Cómo desaparece?- fueron las primeras ideas que visitaron su espíritu.
La maldad es el espíritu de daño. Esa energía con la que un ser humano, procura perjudicar a otro, incluso a otro ser vivo,  fue la primera respuesta que encontró.
Nace de saberse incapaz,  de la intolerancia y del odio a sí mismo, al momento que se vive, a las circunstancias, a las relaciones, de la vergüenza del  propio cuerpo,  del propio pensar y del cerebro torpe para ser gestor de autosuficiencia y autovalía, del mundo rezagado o de vanidad en el que vive, y la rabia de saberse atado a eso,  del saberse más cuando el otro no percibe las malas intenciones, y la mala conducta;  nace de una flaqueza del alma y se apropia del odio, la venganza, la envidia, la crueldad, la codicia, la vanidad, la miseria, de todas esas inmundicias con las que se pretende  engendrar un poder, que le permita actuar faltando el respeto a aquello que encuentra a su alcance.
Se propaga mediante la duda, la incertidumbre, la oportunidad,  el descuido, la inocencia, la buena fe, la confianza, o el desconocimiento que las personas tienen en el poseído por la maldad.  Entonces éste, aprovecha la oportunidad para robar, difamar, violar, matar, injuriar, transmitir su bajeza, tratando de causar el mayor daño posible.
Desaparece cuando en ese ser humano maldito regresa la autoestima y aprende a valorar el respeto a lo ajeno, cuando en el grupo humano le castiga y lo puede  reconocer y se lo puede rechazar. Pero se perpetúa cuando reina la impunidad, la incertidumbre.  En esos casos estar alerta y preparado para enfrentarnos solos o en grupo nos puede salvar.
Tras meditar así salió al pueblo, contó casa por casa lo que le había pasado, pidió a los padres que vigilaran la conducta de sus hijos y vecinos, que pensaran que la próxima víctima sería uno de ellos y que el maldito debía saber que todos actuarían contra él.  Pero además vio su propia maldad al poner en aquello  que le fue robado toda la energía negativa que emergió de su mente, para que aquel objeto se convirtiera en objeto de autodestrucción del que lo posea de manera ilegal o perjudicial.
A pesar de todo, le quedaba un hueco en el pecho.  ¿Cómo se podía vivir con la zozobra?- se preguntó y al caminar, se dio cuenta que estuvo a punto de pisar una serpiente.  Había simplemente que estar alerta y preparado, esto hacía que el alma se convirtiera en un natural repelente de la maldad, al expulsar de su propia mente este germen y al aprender a  distanciarse del riesgo,  podía saber e intuir cuando otros caían en la posesión de esta energía negativa.


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