Los manteles, las servilletas la vajilla, todo tenía que estar de lo mejor para la reunión anual de los miembros del Club la Unión, el club más élite de Guayaquil. Para aquella muchacha que estaba encargada de la etiqueta y protocolo, los detalles eran lo fundamental. Sabía desde su infancia que en este lugar se fraguaba las componendas que hacían y deshacían los gobiernos y los mejores negocios del país.
Ella que se había formado como una profesional a base de años de estudio, pero se había dado cuenta que para conseguir lo que le faltaba, había que tener una amable relación, en especial con los viejos de esta élite y muy discreta, para no caer en la lengua viperina de las arrogantes mujeres del club, que entre poses, carcajadas y lenguaje como traqueteo de carretilla, vestían y desvestían al prójimo. Sus ojos estaban a la espera uno de esos simpáticos "pelucones" como los llaman, para ver si le ponía el " semáforo en verde ", es decir, si había algo "concreto y definitivo" en su futuro
-¿Todo listo?
- Si señor
- Esta es un reunión muy importante.
- En realidad todas son reuniones importantes, jefe.
-Por supuesto. Usted si me entiende.
Pero la reunión transcurrió como toda las otras, sólo que para ella era un día menos de su belleza y un día más de fracasos para salir del Guasmo, ese maldito barrio.
Al regresar a casa, fue otra vez termporalmente feliz, su niña sacó buena nota en los deberes y le libró de ese rancio mundo de vanidades, pero recordó que la llamaron para lucir lo mejor de su figura como modelo en la Feria de Durán. Siempre hay que estar " pilas", que camarón que se duerme se lo lleva la corriente.
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