EL LADRON DE LA PLAYA
El chino bajó corriendo con la mole por la escalinata de unas cabañas azules situadas en una loma frente al Océano Pacífico en Tonchigue, al sur de Esmeraldas. Por la playa caminaban una pareja de turistas que habían disfrutados siete días de vacaciones, en unos lujosos apartamentos en Casa Blanca, un conjunto habitacional, en la paya contigua de Same.
Fue cuestión de segundos, el chino empuñando una botella quebrada de cerveza, mostraba las puntas amenazando a los dos turistas de Quito, que se quedaron helados.
-¡Dame la cámara o el celular, rápido!-grito el chino
- Tranquilos tengan la cámara pero no nos hagan daño-contestó el hombre que al igual que su mujer estaba en shock, aturdidos por el pánico.
De inmediato los dos pillos salieron a la carrera con el botín y se metieron por el cementerio, que tenía una puerta abierta a un pedazo de playa con palmas de coco. Este lugar se había convertido en la guarida de delincuentes, pero ni el pueblo ni las autoridades locales querían admitirlo y simplemente poner un candado a la maldita puerta que daba al mar.
El médico del pueblo que andaba trotando por la playa vio lo ocurrido y condujo a los turistas, hasta el puesto de la marina en el pueblo, luego fue por su cámara para filmar el testimonio, y el lugar de los hechos, al regresar, ya un guardiamarina había salido en un cuadrón a ver si los bandidos estaban aún escondidos entre las tumbas del cementerio, que es una buena guarida para estos malandros. El suboficial se había comunicado con la policía que entró rápidamente en la escena.
Camino de regreso, los turistas aun asustados mostraban su personalidad, ella una guapa mujer, tenía agallas para hablar y reclamar, su flaco marido, deja lucir toda su cobardía, tratando de callarla.
- Si usted se hubiese callado lo ocurrido, como lo hacer a menudo los turistas, estos pícaros seguirían como dueños de la playa, ya lo tienen al pueblo atemorizado, las familias locales que salen los domingos al mar, se regresan temerosas cuando empieza el crepúsculo y me dicen que no camine por la noche porque es peligroso. Su denuncia puede ayudar a detener a esta gente y a hacerla sentir que los tiempos han cambiado, que ahora ellos son los que deben dejar la playa. - le decía el médico.
Con los policías en el lugar de los hechos, llegaron jóvenes, niños y curiosos que al oir la descripción de los delincuentes, reconocieron que eran El Chino y la Mole, dos drogadictos del pueblo, con una larga historia de impunidad, que han robado incluso a la gente local.
Al preguntar el médico a los jóvenes si en el pueblo la droga era un problema, los muchachos de apenas doce y trece años, comenzaron a confesar que ellos ya la habían probado y que no sólo era marihuana, cocaína, sino incluso, fumaban las hojas de maracuyá con acetoaminofen , la astillas del árbol de laurel, la deposición del caballo que eran otras drogas locales. La razón de hacerlo era la simple curiosidad.
De regreso el médico pasó por una ramada en la playa, en el lugar donde arriban las canoas y las lanchas de los pescadores, y le dijo a la gente.
-Amigos, ya sabemos quien fue el ladrón, uno al que le llaman el chino, ustedes tienen que ponerse las pilas y no encubrir a esta gente, pues si la playa se vuelve temible, ustedes habrán perdido un espacio de recreación para sus hijos, y los turistas hablarán mal de la gente del pueblo, dirán que es un pueblo de ladrones, sus mujeres y madres que trabajan en la limpieza de los departamentos de Same, serán vistas con recelo y es posible que por culpa de su indolencia ellas ya no sean contratadas, pues estaría en duda la calidad moral de toda la gente del pueblo.
Entre las personas que los escuchaban estaban el Chino y la Mole, los dos ladrones, y otros pescadores y cargadores de gavetas de pescado a los que llaman gabeteros, incluso una mujer.
-Esta es la botella con la que ellos amenazaron a los turistas. De seguro las opiniones de estos visitantes, será un fuego en la paja. Estamos en un lugar donde todos tenemos que comer y por culpa de dos, muchos pueden perder su sustento.
Cuando el médico se marchó, La Mole el ladrón negro se dio cuenta del peligro en que se hallaba y salió corriendo, el Chino, un ladrón mulato, de vieja trayectoria, quería sentir el miedo que despertaba en la gente una vez más, sentir la mirada esquiva de todos estos cobardes, ahuevados como les llamaba, suponía que otra vez más meterían como los perros la cola entre las piernas y se irían dejándole en libertad para repetir estas aventuras. Pero un guardiamarina y la policía lo sitiaron y detuvieron en medio de la gente que lo encubría sin querer con su miedo.
En la cárcel, pensó que saldría libre con sólo devolver la cámara, pues no valía más de $700 dólares, y la ley dispone que si el ladrón devuelve el objeto robado sale libre y caso resuelto, pero se olvidó que había usado una arma corto punzante y que había amenazado con ella, es decir había jugado con la vida de sus víctimas, esto le costó ocho meses de cárcel. Los pueblos de Same y Tonchigue se enteraron al medio día de esta captura por el Kable Star, el canal local de TV. Aun no se si este pequeño incidente despertó en el pueblo algo o sólo fue una novedad más.
El chino bajó corriendo con la mole por la escalinata de unas cabañas azules situadas en una loma frente al Océano Pacífico en Tonchigue, al sur de Esmeraldas. Por la playa caminaban una pareja de turistas que habían disfrutados siete días de vacaciones, en unos lujosos apartamentos en Casa Blanca, un conjunto habitacional, en la paya contigua de Same.
Fue cuestión de segundos, el chino empuñando una botella quebrada de cerveza, mostraba las puntas amenazando a los dos turistas de Quito, que se quedaron helados.
-¡Dame la cámara o el celular, rápido!-grito el chino
- Tranquilos tengan la cámara pero no nos hagan daño-contestó el hombre que al igual que su mujer estaba en shock, aturdidos por el pánico.
De inmediato los dos pillos salieron a la carrera con el botín y se metieron por el cementerio, que tenía una puerta abierta a un pedazo de playa con palmas de coco. Este lugar se había convertido en la guarida de delincuentes, pero ni el pueblo ni las autoridades locales querían admitirlo y simplemente poner un candado a la maldita puerta que daba al mar.
El médico del pueblo que andaba trotando por la playa vio lo ocurrido y condujo a los turistas, hasta el puesto de la marina en el pueblo, luego fue por su cámara para filmar el testimonio, y el lugar de los hechos, al regresar, ya un guardiamarina había salido en un cuadrón a ver si los bandidos estaban aún escondidos entre las tumbas del cementerio, que es una buena guarida para estos malandros. El suboficial se había comunicado con la policía que entró rápidamente en la escena.
Camino de regreso, los turistas aun asustados mostraban su personalidad, ella una guapa mujer, tenía agallas para hablar y reclamar, su flaco marido, deja lucir toda su cobardía, tratando de callarla.
- Si usted se hubiese callado lo ocurrido, como lo hacer a menudo los turistas, estos pícaros seguirían como dueños de la playa, ya lo tienen al pueblo atemorizado, las familias locales que salen los domingos al mar, se regresan temerosas cuando empieza el crepúsculo y me dicen que no camine por la noche porque es peligroso. Su denuncia puede ayudar a detener a esta gente y a hacerla sentir que los tiempos han cambiado, que ahora ellos son los que deben dejar la playa. - le decía el médico.
Con los policías en el lugar de los hechos, llegaron jóvenes, niños y curiosos que al oir la descripción de los delincuentes, reconocieron que eran El Chino y la Mole, dos drogadictos del pueblo, con una larga historia de impunidad, que han robado incluso a la gente local.
Al preguntar el médico a los jóvenes si en el pueblo la droga era un problema, los muchachos de apenas doce y trece años, comenzaron a confesar que ellos ya la habían probado y que no sólo era marihuana, cocaína, sino incluso, fumaban las hojas de maracuyá con acetoaminofen , la astillas del árbol de laurel, la deposición del caballo que eran otras drogas locales. La razón de hacerlo era la simple curiosidad.
De regreso el médico pasó por una ramada en la playa, en el lugar donde arriban las canoas y las lanchas de los pescadores, y le dijo a la gente.
-Amigos, ya sabemos quien fue el ladrón, uno al que le llaman el chino, ustedes tienen que ponerse las pilas y no encubrir a esta gente, pues si la playa se vuelve temible, ustedes habrán perdido un espacio de recreación para sus hijos, y los turistas hablarán mal de la gente del pueblo, dirán que es un pueblo de ladrones, sus mujeres y madres que trabajan en la limpieza de los departamentos de Same, serán vistas con recelo y es posible que por culpa de su indolencia ellas ya no sean contratadas, pues estaría en duda la calidad moral de toda la gente del pueblo.
Entre las personas que los escuchaban estaban el Chino y la Mole, los dos ladrones, y otros pescadores y cargadores de gavetas de pescado a los que llaman gabeteros, incluso una mujer.
-Esta es la botella con la que ellos amenazaron a los turistas. De seguro las opiniones de estos visitantes, será un fuego en la paja. Estamos en un lugar donde todos tenemos que comer y por culpa de dos, muchos pueden perder su sustento.
Cuando el médico se marchó, La Mole el ladrón negro se dio cuenta del peligro en que se hallaba y salió corriendo, el Chino, un ladrón mulato, de vieja trayectoria, quería sentir el miedo que despertaba en la gente una vez más, sentir la mirada esquiva de todos estos cobardes, ahuevados como les llamaba, suponía que otra vez más meterían como los perros la cola entre las piernas y se irían dejándole en libertad para repetir estas aventuras. Pero un guardiamarina y la policía lo sitiaron y detuvieron en medio de la gente que lo encubría sin querer con su miedo.
En la cárcel, pensó que saldría libre con sólo devolver la cámara, pues no valía más de $700 dólares, y la ley dispone que si el ladrón devuelve el objeto robado sale libre y caso resuelto, pero se olvidó que había usado una arma corto punzante y que había amenazado con ella, es decir había jugado con la vida de sus víctimas, esto le costó ocho meses de cárcel. Los pueblos de Same y Tonchigue se enteraron al medio día de esta captura por el Kable Star, el canal local de TV. Aun no se si este pequeño incidente despertó en el pueblo algo o sólo fue una novedad más.
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