El amor:
Era el fin de su camino matrimonial, estando en Atacames en el paseo de verano, ella sentía que ya no podía más.
-Me regreso a Quito, con mi hijo.
-Si te regresas no me importa, pero no con nuestro hijo.
Para ella la vida se había vuelto un encierro en que su marido la tenía vigilada, preguntándole por celular donde estaba, que hacía en que pensaba. Una atmósfera de repugnacia a su presencia y su voz le asediaban.
- En la estación de bus, las lágrimas se le escaparon al ver que su marido le quitaba a su hijo, pero ni eso la haría desistir. Hacía seis años que se casaron. El pequeño tenía apenas cinco. El muchacho se fue contento con su padre y ella quedó con el pecho desgarrado, pero ya nada la haría cambiar, se iría a vivir con su familia e iniciaria los trámites de separación conyugal. Simpelemente el amor se había terminado. Tenía la esperanza que en el juicio de divorcio el juez le permitiría quedarse con su hijo y con una parte de los bienes adquiridos por la pareja, con lo que empezaría una nueva vida. Ahora lo importante era empezar todo y buscar trabajo, había trabajado de secretaria antes.
La pasión:
En el taller de promotores de salud, la enfermera del hospital, les habló de la violencia intrafamiliar y los campesinos comentaban la realidad que les era visible en sus pueblitos y comunidades. Dos muchachas que accidentalmente se sentaron juntas, les tocó analizar dentro de un grupo de trabajo lo que pasaba donde ellas vivían. Era un momento extraño. La más triste se atrevió a decir.
Cuando me casé, mi marido sólo se saciaba cuando me golpeaba. Tenía las piernas llenas de moretones y me pegaba por la cabeza para que la gente no se diera cuenta. Un día cansada de verme violada de esa forma, cuando a él le daba la gana, le mordí con rabia el labio, con su boca sangrante entró en tal rabia que pensé que me mataría de tanto golpe. Accidentalmente llegó mi familia y me llevó a otra provincia, donde viven, allá me quede varios meses. He regresado a la casa, desde hace 7 meses vivo con mi marido, ya no me golpea, estamos bajo el acuerdo de criar a nuestras tres hijas, pero no tenemos ningún contacto íntimo.
El deseo:
Su compañera la quedó mirando, sabía que las mujeres pasaban por esto, tenía hijos de aquel hombre y preguntó a los del grupo- ¿El amor se muere? - Un silencio cortó el bullicio de los que la miraban. Era una pregunta que todos al parecer se hicieron, pues a menudo vieron en sus hogares o en le de los vecinos, como se hacían y deshacían las parejas.
- Me repugna, ya no no me encuentro, todo me irrita de el. Ya no me vale que el me prometa cambios, o inclusive que yo le vea que no me trata como antes en que era solo como una cocinera, niñera y peona sin paga a cambio de una casa, una mesa y un lugar para mis hijos, a veces pensaba que las putas tenían una mejor vida que la mía, porque les pagaban y porque si no querían no lo hacían o si lo hacían por obligación, no tenían que demostrarle a su cliente el más mínimo afecto. Mi compañero a mas de hacerme sentir mal, me exigía que le sea agradecido y cariñosa. Eso ya no me nace.
Los hombres la miraban, algunos pensaban que ella necesitaba de otro hombre que la sacudiera bien y despertara nuevamente los deseos, y no dejaba de cruzar por su mente el probar suerte en una escapada.
Pero luego hablo, uno de ellos, nosotros los hombres también nos cansamos de nuestras mujeres. Nos hacen sentir culpables de todo, cuando no llega dinero a la casa, cuando no tenemos ánimo ni ilusión para hacer el amor con ellas. Ellas no entienden que cuando ya no hay ilusión en nuestra cabeza, la cama se vuelve incómoda, a nosotros también se nos apaga esa candela, sentimos que tenemos que ser como un obrero cargando todos los días con su trabajo, para que en la casa no falte nada, rutina tras rutina. Entonces es cuando queremos escaparnos, no vamos de tragos, de viaje, de lo que sea, con tal de no sentir que por culpa nuestra hay una mujer y unos hijos infelices; algunos no vuelven y se buscan otra mujer y si eso falla, la siguiente. Muchos viven regando hijos por aquí y por allá hasta que al final le toca acomodarse con la que finalmente los soporta y ellos la pueden soportar. Pero, es preferible eso a tener que ver en la casa el día a día con amargura. Otros finalmente teminan su vida solos o viviendo de arrimados, pero cuando el amor se apaga es como cuando llega una inundación, o una sequía, toca empezar de nuevo.
Lo que no se justifica, es que el maltrato físico, sicológico, e inclusive económico, se vuelva la letanía de todos los días en el hogar, comentó la enfermera. Es mejor enfrentar la situación y para ello es necesario que en las comunidades haya una persona, que pueden ser ustedes, que medie para que la situación no termine en en tragedia, en este país donde la violencia contra la mujer es la segunda causa de muerte de mujeres fértiles, después de los abortos ilegales.
Era el fin de su camino matrimonial, estando en Atacames en el paseo de verano, ella sentía que ya no podía más.
-Me regreso a Quito, con mi hijo.
-Si te regresas no me importa, pero no con nuestro hijo.
Para ella la vida se había vuelto un encierro en que su marido la tenía vigilada, preguntándole por celular donde estaba, que hacía en que pensaba. Una atmósfera de repugnacia a su presencia y su voz le asediaban.
- En la estación de bus, las lágrimas se le escaparon al ver que su marido le quitaba a su hijo, pero ni eso la haría desistir. Hacía seis años que se casaron. El pequeño tenía apenas cinco. El muchacho se fue contento con su padre y ella quedó con el pecho desgarrado, pero ya nada la haría cambiar, se iría a vivir con su familia e iniciaria los trámites de separación conyugal. Simpelemente el amor se había terminado. Tenía la esperanza que en el juicio de divorcio el juez le permitiría quedarse con su hijo y con una parte de los bienes adquiridos por la pareja, con lo que empezaría una nueva vida. Ahora lo importante era empezar todo y buscar trabajo, había trabajado de secretaria antes.
La pasión:
En el taller de promotores de salud, la enfermera del hospital, les habló de la violencia intrafamiliar y los campesinos comentaban la realidad que les era visible en sus pueblitos y comunidades. Dos muchachas que accidentalmente se sentaron juntas, les tocó analizar dentro de un grupo de trabajo lo que pasaba donde ellas vivían. Era un momento extraño. La más triste se atrevió a decir.
Cuando me casé, mi marido sólo se saciaba cuando me golpeaba. Tenía las piernas llenas de moretones y me pegaba por la cabeza para que la gente no se diera cuenta. Un día cansada de verme violada de esa forma, cuando a él le daba la gana, le mordí con rabia el labio, con su boca sangrante entró en tal rabia que pensé que me mataría de tanto golpe. Accidentalmente llegó mi familia y me llevó a otra provincia, donde viven, allá me quede varios meses. He regresado a la casa, desde hace 7 meses vivo con mi marido, ya no me golpea, estamos bajo el acuerdo de criar a nuestras tres hijas, pero no tenemos ningún contacto íntimo.
El deseo:
Su compañera la quedó mirando, sabía que las mujeres pasaban por esto, tenía hijos de aquel hombre y preguntó a los del grupo- ¿El amor se muere? - Un silencio cortó el bullicio de los que la miraban. Era una pregunta que todos al parecer se hicieron, pues a menudo vieron en sus hogares o en le de los vecinos, como se hacían y deshacían las parejas.
- Me repugna, ya no no me encuentro, todo me irrita de el. Ya no me vale que el me prometa cambios, o inclusive que yo le vea que no me trata como antes en que era solo como una cocinera, niñera y peona sin paga a cambio de una casa, una mesa y un lugar para mis hijos, a veces pensaba que las putas tenían una mejor vida que la mía, porque les pagaban y porque si no querían no lo hacían o si lo hacían por obligación, no tenían que demostrarle a su cliente el más mínimo afecto. Mi compañero a mas de hacerme sentir mal, me exigía que le sea agradecido y cariñosa. Eso ya no me nace.
Los hombres la miraban, algunos pensaban que ella necesitaba de otro hombre que la sacudiera bien y despertara nuevamente los deseos, y no dejaba de cruzar por su mente el probar suerte en una escapada.
Pero luego hablo, uno de ellos, nosotros los hombres también nos cansamos de nuestras mujeres. Nos hacen sentir culpables de todo, cuando no llega dinero a la casa, cuando no tenemos ánimo ni ilusión para hacer el amor con ellas. Ellas no entienden que cuando ya no hay ilusión en nuestra cabeza, la cama se vuelve incómoda, a nosotros también se nos apaga esa candela, sentimos que tenemos que ser como un obrero cargando todos los días con su trabajo, para que en la casa no falte nada, rutina tras rutina. Entonces es cuando queremos escaparnos, no vamos de tragos, de viaje, de lo que sea, con tal de no sentir que por culpa nuestra hay una mujer y unos hijos infelices; algunos no vuelven y se buscan otra mujer y si eso falla, la siguiente. Muchos viven regando hijos por aquí y por allá hasta que al final le toca acomodarse con la que finalmente los soporta y ellos la pueden soportar. Pero, es preferible eso a tener que ver en la casa el día a día con amargura. Otros finalmente teminan su vida solos o viviendo de arrimados, pero cuando el amor se apaga es como cuando llega una inundación, o una sequía, toca empezar de nuevo.
Lo que no se justifica, es que el maltrato físico, sicológico, e inclusive económico, se vuelva la letanía de todos los días en el hogar, comentó la enfermera. Es mejor enfrentar la situación y para ello es necesario que en las comunidades haya una persona, que pueden ser ustedes, que medie para que la situación no termine en en tragedia, en este país donde la violencia contra la mujer es la segunda causa de muerte de mujeres fértiles, después de los abortos ilegales.
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