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lunes, 31 de enero de 2011

El ciudadano y la persona


Nuevamente se le perdió la cédula de identidad. Fue en algún edificio que no recuerda, donde para entrar se la pidieron, hoy no puede ingresa en el Ministerio de Agricultura para solicitar una cita.
-¿Y cómo yo sé que usted es ciudadano ecuatoriano?- Le preguntó el guardia.
-Si quiere le canto el Himno Nacional.
-Usted puede ser un extranjero que se aprendió de memoria la canción patria para engañar a cualquiera.
Ya no insistió más, se fue caminado por el parque de la Carolina, tras de dos perros: el uno tenía su lujosa correa y su dueño, estaba gordo y limpio, había terminado su entrenamiento e la escuela de perros; el otro, era un perro callejero sucio y flaco.
Entonces pensó: al de collar lo llamaré ciudadano, porque tiene en su cuello una identificación y es obediente cuando alguien le dice que hacer; al otro persona, no tiene nada y hace el ejercicio diario de elegir por sí mismo en todo, sin perjudicar a nadie.
¡Que bueno que se me perdió la cédula!. Por fin sé quien era yo.

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