Recorría su mandíbula apretada el fin de la fiesta. Sabía, por un latido y por un remolino en la sangre. que estaba en una atmósfera de ladrones. Tener ojos en la nuca, en los ombros en los codos y las rodillas parecía urgente. Transpiraba incertudimbre al salir de su casa a caminar en la noche, era la penumbra en la calle y en el alma la que aparecía al doblar cualquier esquina de La Guacharaca, en Esmeraldas
La fiesta de cumpleaños de su hija termino y había que contar los dedos en la mano, para ver si no faltaba alguno, la computadora, la filmadora, lo que con tanta ilusión compró, había que refundirlo para que no sea bocado de uno de los invitados a la fiesta.
¿Cómo mierdas era posible existir en una atmósfera donde se sabe que lo más cercano a tu risa es la garra de un ladrón que está al acecho?
Volvió a su almohada con la esperanza de un día distinto, con las puertas sin seguro, pero sólo imaginar eso lo levantó sobresaltado. Afuera el sol volvió a salir, los amigos le llamaban para jugar un fútbol playero y un buen encocado de camarón le hicieron volver a vivir.
La fiesta de cumpleaños de su hija termino y había que contar los dedos en la mano, para ver si no faltaba alguno, la computadora, la filmadora, lo que con tanta ilusión compró, había que refundirlo para que no sea bocado de uno de los invitados a la fiesta.
¿Cómo mierdas era posible existir en una atmósfera donde se sabe que lo más cercano a tu risa es la garra de un ladrón que está al acecho?
Volvió a su almohada con la esperanza de un día distinto, con las puertas sin seguro, pero sólo imaginar eso lo levantó sobresaltado. Afuera el sol volvió a salir, los amigos le llamaban para jugar un fútbol playero y un buen encocado de camarón le hicieron volver a vivir.
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