Al mirar el crepúsculo del sol en el Océano Pacífico, frente a Santa Cruz en Galápagos, se dio cuenta de cuanta belleza podía guardar ese pequeño momento en que el sol se va. Apenas tenia doscientos años, gracias a los avances de la genética y pensó en su abuela, que sólo vivió hasta los noventa.
. Al igual que ella le llegaría la hora de ser un crepúsculo y al igual que ella, había que enseñar a los hijos lo que era el respeto a sí mismo, a los demás y a la naturaleza; la responsabilidad, eso de saber responder con honestidad por palabras, actos y conductas y...el afecto, sí el afecto, comenzando por uno mismo traducido en cuidado corporal, alimentación sana, ejercicio, estudio, trabajo con riesgos calculados; el afecto a los demás, empezando por los padres hermanos, hijos, nietos, amigos, parientes y por los que nos ayudan a cambio de nada o de algo, por los que simplemente no nos perjudican.
Había que enseñar a los hijos a no perjudicar a otros ni la naturaleza, a los lugares bellos, a los animales ni a las plantas.
Como el sol al marcharse debía manifestar esta gratitud a la vida que de él depende con belleza, satisfecho de haber ayudado, como el sol ayuda a la vida, debía mirar sus manos arrugadas como las de su abuela, que había dando de comer a otros lo mismo que ella comía, por lo había que preocuparse por la comida de la familia en la mesa, por la comida de los más pobres y por la comida de todos los seres vivos, de manera que al alimentarse todos cumpliéramos el rol de guardar equilibrios, proteger vidas, no producir daños evitables o que trastornen los equilibrios que dan dignidad y libertad a lo que habita en este planeta.
Como el sol pensaba que debía dar abrigo y un espacio seguro a los hijos, a los vecinos de la ciudad y de la Tierra, nuestra casa grande.
No quería que el sol se fuera y que ese crepúsculo estuviera donde el pudiera verlo cuando quisiera, pero eso no era posible el orden de la vida no estaba en sus manos, que ni siquiera sus huesos y pensamientos podían estar subordinados a su voluntad, existía la casualidad, la adaptación y los equilibrios que no estaban bajo su mando. Apenas si pudo sacar una foto y perpetuar ese instante.
Como el sol al marcharse volvió a ver a su abuela, sabía que la vejez es inevitable, y al igual que la dificultades y los tastornos que son pruebas de las que se sale fortalecido, debilitados, o no se sale, y pero ese es el riesgo de vivir, la vida es un milagro de la evolución, con una trayectoria que en lo esencial ajena a nuestra voluntad, y aunque la culturas, la civilización, la educación, la ciencia, el desarrollo humano o la comunicación humana hayan tenido logros y pretendan la perpetuidad y miró la foto en su cámara.
La energía organizada que es la vida, al igual que son las ideas, los sentimientos o los actos, son milagros momentáneos ajenos a nuestra especie, como también lo son los logros del ser humano.
Pensó entonces que los milagros como era ese crepúsculo y las ideas que aparecían en su cerebro eran ese juego en que miles de factores se suman y restan para originar algo favorable,
A diferencia de sus antepasados sabía que sol viviría mileños, pero también debía morir que ya no era un dios ni el centro del universo.
Al ver su movimiento se volvió a dar cuenta que todo tiene un tiempo, que el tiempo cambiaba no sólo de un planeta a otro sino de una edad a otra, incluso dentro de cada persona, para los niños era muy lento y para los viejos muy rápido. Ese tiempo es el centro de la contradición, pues es al mismo tiempo lo más propio y sin embargo lo más ajeno que tenemos. El tiempo, es la cancha donde jugamos, y es algo que podemos usar y nada más.
Al mirar como las aves retornaban a sus nidos antes de que el sol se vaya, pensó que por suerte, hasta hoy la vida, el universo o la realidad existen y dejan de existir sin nuestro consentimiento. Si fuera lo contrario, lo que es posible, un loco presidente de Estados Unidos o cualquier potencia nuclear podría iniciar una guerra de destrucción total. Entonces pensó que su abuela y el eran de los últimos seres humanos afortunados, que aun le debían su vida a la naturaleza, más que a la ciencia humana, pero que sus hijos y nietos tendrán otra suerte.
En el último minuto, que parecía que una explosión nuclear en el agua que terminaría con la vida de este planeta, comenzó a darse cuenta de que mucho de lo que consideramos nuestro porque los adquirimos, o lo cuidamos, nunca fue y nunca lo será, sólo nos permitió identificarnos y darle significado o sea una interpretación a todo, nada más.
Finalmente, al ver al sol desaparecen en el horizonte, aquel joven pensó en la gratitud, pero... ¿Quién debía debía agradecer, la vida al sol o el sol a la vida? Finalmente concluyó que la gratitud, como el conocimiento el trabajo, el planeta y el universo no tiene dueños, existen por si mismos y la gratitud es el simple testimonio, la prueba personal de los que tiene algo más que la existencia, tienen la conciencia, conocimientos y adoptan responsabilidades por voluntad propia....¿La gratitud es cuando la voluntad reconoce sus limitaciones y logros? .....se pregunto al marcharse oyendo el ruido de insectos en la noche y dejando atrás a unas tortugas más viejas que él que regresaban a sus nidos..
. Al igual que ella le llegaría la hora de ser un crepúsculo y al igual que ella, había que enseñar a los hijos lo que era el respeto a sí mismo, a los demás y a la naturaleza; la responsabilidad, eso de saber responder con honestidad por palabras, actos y conductas y...el afecto, sí el afecto, comenzando por uno mismo traducido en cuidado corporal, alimentación sana, ejercicio, estudio, trabajo con riesgos calculados; el afecto a los demás, empezando por los padres hermanos, hijos, nietos, amigos, parientes y por los que nos ayudan a cambio de nada o de algo, por los que simplemente no nos perjudican.
Había que enseñar a los hijos a no perjudicar a otros ni la naturaleza, a los lugares bellos, a los animales ni a las plantas.
Como el sol al marcharse debía manifestar esta gratitud a la vida que de él depende con belleza, satisfecho de haber ayudado, como el sol ayuda a la vida, debía mirar sus manos arrugadas como las de su abuela, que había dando de comer a otros lo mismo que ella comía, por lo había que preocuparse por la comida de la familia en la mesa, por la comida de los más pobres y por la comida de todos los seres vivos, de manera que al alimentarse todos cumpliéramos el rol de guardar equilibrios, proteger vidas, no producir daños evitables o que trastornen los equilibrios que dan dignidad y libertad a lo que habita en este planeta.
Como el sol pensaba que debía dar abrigo y un espacio seguro a los hijos, a los vecinos de la ciudad y de la Tierra, nuestra casa grande.
No quería que el sol se fuera y que ese crepúsculo estuviera donde el pudiera verlo cuando quisiera, pero eso no era posible el orden de la vida no estaba en sus manos, que ni siquiera sus huesos y pensamientos podían estar subordinados a su voluntad, existía la casualidad, la adaptación y los equilibrios que no estaban bajo su mando. Apenas si pudo sacar una foto y perpetuar ese instante.
Como el sol al marcharse volvió a ver a su abuela, sabía que la vejez es inevitable, y al igual que la dificultades y los tastornos que son pruebas de las que se sale fortalecido, debilitados, o no se sale, y pero ese es el riesgo de vivir, la vida es un milagro de la evolución, con una trayectoria que en lo esencial ajena a nuestra voluntad, y aunque la culturas, la civilización, la educación, la ciencia, el desarrollo humano o la comunicación humana hayan tenido logros y pretendan la perpetuidad y miró la foto en su cámara.
La energía organizada que es la vida, al igual que son las ideas, los sentimientos o los actos, son milagros momentáneos ajenos a nuestra especie, como también lo son los logros del ser humano.
Pensó entonces que los milagros como era ese crepúsculo y las ideas que aparecían en su cerebro eran ese juego en que miles de factores se suman y restan para originar algo favorable,
A diferencia de sus antepasados sabía que sol viviría mileños, pero también debía morir que ya no era un dios ni el centro del universo.
Al ver su movimiento se volvió a dar cuenta que todo tiene un tiempo, que el tiempo cambiaba no sólo de un planeta a otro sino de una edad a otra, incluso dentro de cada persona, para los niños era muy lento y para los viejos muy rápido. Ese tiempo es el centro de la contradición, pues es al mismo tiempo lo más propio y sin embargo lo más ajeno que tenemos. El tiempo, es la cancha donde jugamos, y es algo que podemos usar y nada más.
Al mirar como las aves retornaban a sus nidos antes de que el sol se vaya, pensó que por suerte, hasta hoy la vida, el universo o la realidad existen y dejan de existir sin nuestro consentimiento. Si fuera lo contrario, lo que es posible, un loco presidente de Estados Unidos o cualquier potencia nuclear podría iniciar una guerra de destrucción total. Entonces pensó que su abuela y el eran de los últimos seres humanos afortunados, que aun le debían su vida a la naturaleza, más que a la ciencia humana, pero que sus hijos y nietos tendrán otra suerte.
En el último minuto, que parecía que una explosión nuclear en el agua que terminaría con la vida de este planeta, comenzó a darse cuenta de que mucho de lo que consideramos nuestro porque los adquirimos, o lo cuidamos, nunca fue y nunca lo será, sólo nos permitió identificarnos y darle significado o sea una interpretación a todo, nada más.
Finalmente, al ver al sol desaparecen en el horizonte, aquel joven pensó en la gratitud, pero... ¿Quién debía debía agradecer, la vida al sol o el sol a la vida? Finalmente concluyó que la gratitud, como el conocimiento el trabajo, el planeta y el universo no tiene dueños, existen por si mismos y la gratitud es el simple testimonio, la prueba personal de los que tiene algo más que la existencia, tienen la conciencia, conocimientos y adoptan responsabilidades por voluntad propia....¿La gratitud es cuando la voluntad reconoce sus limitaciones y logros? .....se pregunto al marcharse oyendo el ruido de insectos en la noche y dejando atrás a unas tortugas más viejas que él que regresaban a sus nidos..
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