Le había dicho el señor cura que el bautizo es el primer paso para que su hijita pueda entrar al cielo, pero el conocía otro camino.
A la cinco de la mañana su mujer le preparaba una agua de panela con máchica, de cebada bien tostada y molida, mas un buen plato de papas con habas, luego se ponía las botas de agua, el poncho, una bufanda roja y el sombrero negro de paño. Los animales ya lo estaban llamado desde hacía media hora y el gallo era su despertador, con el perro pintado emprendió el camino por los helados páramos de Atillo. La ovejas y el tenía otro fantástico día en que esos halcones gigantes llamados curiquingues les estarán observando desde lo alto, como los señores de este reino de paja.
El dia transcurría entre profundas meditaciones, paciente caminar, el ojo atento a algún lobo, el silbar del viento a cuatro mil metros y la niebla o la llovizna de las nubes que se iban para volver. Sacó de bolso tostado con chochos, tomó agua de un arroyo y emprendió el regreso. Nuevamente habían conversado con Dios antes que llegue la noche.
A la cinco de la mañana su mujer le preparaba una agua de panela con máchica, de cebada bien tostada y molida, mas un buen plato de papas con habas, luego se ponía las botas de agua, el poncho, una bufanda roja y el sombrero negro de paño. Los animales ya lo estaban llamado desde hacía media hora y el gallo era su despertador, con el perro pintado emprendió el camino por los helados páramos de Atillo. La ovejas y el tenía otro fantástico día en que esos halcones gigantes llamados curiquingues les estarán observando desde lo alto, como los señores de este reino de paja.
El dia transcurría entre profundas meditaciones, paciente caminar, el ojo atento a algún lobo, el silbar del viento a cuatro mil metros y la niebla o la llovizna de las nubes que se iban para volver. Sacó de bolso tostado con chochos, tomó agua de un arroyo y emprendió el regreso. Nuevamente habían conversado con Dios antes que llegue la noche.
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