-Me puede llenar el tanque y poner el aceite de dos tiempos
-¡Claro doctor!
Aquella moto roja se había vuelto su principal herramienta para llegar a los remotos lugares, en la parroquia de Rio Blanco, de la vía Ibarra San Lorenzo, donde visitaba las casitas de madera de los campesinos. Por aquellos camimos pedregosos y de tierra esa moto era un espíritu, que cruzaba con su conductor, contando las coloridas aves y mariposas del camino.
-¿No le da miedo caerse manejando tan rápido y parado doctor?
- Y me he rodado algunas veces; mire como traigo la rodilla, pero el viento en la cara es como un beso y hay besos peligrosos.
Hubo una noche especial, en que le tocó atender un parto domiciliario. Fue a las diez y había una lluvia desenfrenada, que no le permitía ver por el visor del casco. La luz del faro parecía un rayo tembloroso de gotas de oro iluminando el camino.
El parto fue normal, en cuclillas, la posición que la joven escogió, hasta que la placenta comenzó a tardar. A la media noche regresó con medicinas pues la ambulancia no estaba, la inyectó e hizo maniobras de emergencia, mientras sus dos hijos y su marido vivían con angustia el momento. Pero a las tres horas finalmente la placenta salió.
-Tengo una caldo de gallina criolla ¿Le apetece? Está temblando del frio.
- Estoy mojado hasta los huesos.
- Esto le va a calentar. Si quiere se puede quedar a dormir aquí.
Pero la casita era un cuarto y una pequeña cocina, en que apenas cabían las cuatro personas de la familia.
- No... ya pasó el peligro. Me voy el viento de la noche me quiere dar un beso con lluvia, eso me encanta.
-¡Claro doctor!
Aquella moto roja se había vuelto su principal herramienta para llegar a los remotos lugares, en la parroquia de Rio Blanco, de la vía Ibarra San Lorenzo, donde visitaba las casitas de madera de los campesinos. Por aquellos camimos pedregosos y de tierra esa moto era un espíritu, que cruzaba con su conductor, contando las coloridas aves y mariposas del camino.
-¿No le da miedo caerse manejando tan rápido y parado doctor?
- Y me he rodado algunas veces; mire como traigo la rodilla, pero el viento en la cara es como un beso y hay besos peligrosos.
Hubo una noche especial, en que le tocó atender un parto domiciliario. Fue a las diez y había una lluvia desenfrenada, que no le permitía ver por el visor del casco. La luz del faro parecía un rayo tembloroso de gotas de oro iluminando el camino.
El parto fue normal, en cuclillas, la posición que la joven escogió, hasta que la placenta comenzó a tardar. A la media noche regresó con medicinas pues la ambulancia no estaba, la inyectó e hizo maniobras de emergencia, mientras sus dos hijos y su marido vivían con angustia el momento. Pero a las tres horas finalmente la placenta salió.
-Tengo una caldo de gallina criolla ¿Le apetece? Está temblando del frio.
- Estoy mojado hasta los huesos.
- Esto le va a calentar. Si quiere se puede quedar a dormir aquí.
Pero la casita era un cuarto y una pequeña cocina, en que apenas cabían las cuatro personas de la familia.
- No... ya pasó el peligro. Me voy el viento de la noche me quiere dar un beso con lluvia, eso me encanta.
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