A los 18 años fue a la guerra de Vietnam y conoció de cerca el infierno, atrás quedó su país Ecuador. A los tres meses era piloto de helicópteros y en su primera misión, un misil mató al copiloto; logró aterrizar y se salvaron las tropas de asalto que transportaba.
Luego fue piloto de aviones que llevaban presos peligrosos o correo courier a Alaska, en el obscuro invierno; finalmente de aviones para combatir incendios infernales en los bosques de California.
En Santa Fe, Nuevo México, se dedicó al negocio inmobiliario de casas de barro y se divorció dejando a sus familia bien acomodada.
Con mucho dinero regresó a Ecuador, se compró un apartamento en el World Trade Center de Quito; en la playa de Same, en Esmeraldas construyó un hotel y luego otro, de cabañas de bambú, en el parque Nacional del Cuyabeno, junto a los indígenas secoyas, a orillas del Río Aguarico.
Hoy sus hoteles han sido invadidos por personas inescrupulosas y vive en un infierno legal y hasta le quemaron su hotel de cañas, pero todo lo soporta con cocaína, ayahuasca y trago, pero sin perder su espíritu de lucha.
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