Hola Loco!- era el saludo de todos los días, que sus amigos le brindaban cariñosamente. Para muchos era un loco, porque pensaba y actuaba de otra manera. Mientras todos corrían al paso del vértigo del puerto y ciudad de Guayaquil, él tenía el tiempo más que suficiente para quedarse mirando el enorme Río Guayas. Pero lo curioso era que se detenía frente a la Rotonda, el monumento de Simón Bolivar y San Martín, donde su padre le dio su bendición antes de morir, y repetía una oración:
"Querido padre mío que estás en mi cielo, ese lugar donde el tiempo y el conocimiento se traducen en serenidad y paciencia; bendito sea tu nombre y hágase la voluntad de la materia y el universo, del que soy sólo una de las tantas formas de vida; perdona mi vanidad y la de mi especie, las ofensas a mí mismo y a cada mundo que me rodea. Recuérdame que soy transitorio, que tengo poco tiempo para ser feliz. No me dejes caer en la tentación de mis propias debilidades y de esta sociedad, inspírame para llegar a casa y al trabajo con el pan de la alegría diaria y líbranos a todos de la maldad, el siniestro y la ignorancia. Amen
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