http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/07/110711_entrevista_facundo_cabral_mr.shtml
La noticia del asesinato de su cantante más inteligente le conmovió.
Facundo Cabral murió como Cristo, Gandhi o Martin Luther King, fueron sus primeros pensamientos. Si, en manos del odio. La cultura del odio, es una creación humana que más víctimas inocentes ha causado.
El odio es una suma de razones que nos dan permiso para ser Dios por un momento y disponer de la vida ajena.
Por fin logró entender al odio. Ese momento alucinante, en que el victimario pretende escapar de su propia nada, llamada vida y cuando está a punto de tragar su angustiosa esencia, procura hacer daño a alguien, para saberse por una milésima de segundo, como un ser superior al que va a perjudicar, eso se llama odio.
El odio fue cultivado en sociedades de dominación territorial como los Mayas, Aztecas, Shwar, Incas Mongoles, pero llegó a ser espectáculo público y política de Estado con los Romanos, se llamaba "vindicta" o venganza y como en las películas de acción, era la razón suficiente para que el preñado por esta ira, se atribuyera el derecho de reducir la vida ajena a su mínima expresión, restándole todo derecho a su víctima.
La vindicta se convirtió en espectáculo de circo y hasta se contruyó magníficas obras arquitectónicas como el Coliseo de Roma, para dar rienda suelta a esta rabiosa forma de cultura.
La iglesia Católica, fue una respuesta esa crueldad, pero cambió a eje de la doble moral, pues ha predicado el perdón y practicado el odio y el protestantismo, en cambio, durante siglos auspició el racismo, estas religiones usan el Dios Cristiano, al que mi querido Facundo Cabral, le tenía en la punta de la lengua y en el centro de su corazón.
Las religiones auspiciaron masacres humanas en la conquista de América y en el transporte bajo la humillación extrema, de millones de negros africanos, usando la palabra escrita en la Biblia como razón, permiso y venda en sus ojos.
La Biblia, al igual que el Corán, tienen a un dios y a un profeta en común: Abraham, pero estos textos han sido usados por dos mil años como permiso para el odio y la venganza.
Los sacerdotes de estas religiones han alimentado la violencia. Su actitud ha servido para encubrir la maldad extrema durante la Segunda Guerra Mundial, que es la guerra que más imágenes y testimonios tangibles del odio, nos recuerdan los medios masivos de comunicación.
Hoy estas religiones ni siquiera adoptan una posición radical frente a la violencia, que se ha tomado Africa, Centroamérica y las metrópolis del mundo. Pues tras esta violencia está un cuestionamiento al uso que los malditos y crueles han dado y dan a la palabra de estos dioses mitológicos barbudos.
Para estos cultivadores del odio y las miserias humanas, los dioses les han sido útiles desde el origen de la mitología y las religiones humanas, para alimentar conductas que desprecian a los de su misma especie, pero tienen diferencias.
El odio, que rayó en la demencia durante la Conquista, la Colonia y las guerras de la Independencia, encontró ya las ciudades latinoamericanas su nido, en esta segunda parte del siglo XX. De estas algunas son renombradas como Medellín, Bogotá, Sao Paolo, Lima, Caracas, Guayaquil, Santiago, Buenos Aires, Río de Janeiro, México, que en su explosivo crecimiento anidan mafias.
En la medida en que la pobreza moral, más que económica se desborda de las urbes, carcome países, como Colombia, México y regiones continentales de Africa, Centroamérica, o Asia.
Precisamente Centroamérica y de ellas Guatemala, el nido más grande de la infamia y la injusticia en esa parte de las Américas, fue el pantano que robó la vida de un hombre, que mas allá de predicador religioso, fue un ser con sabiduría.
Sabía que como Facundo, para todos los seres de carne y hueso, la aventura de la vida tenía un final, pero le dolía lo ocurrido.
Facundo Cabral, era el canto que le hacía ver la ridícula carrera humana, que todos llevamos hacia la nada, estimulados por premios huecos. Era un cuestionario a la cultura de lo insaciable, que nuestra especie ha creado para destruir y destruirse.
Su asesino, debía ser como los que mataron a 70 emigrantes en Tumaulipas, o a los inocentes de la guerra de Irak; era gente de esa secta sanguinaria que se ha tomado el planeta, y están al otro lado de nuestra puerta de calle, en la televisión y los diarios, llenándonos de temores.
Groseros, valientes para sorprender al incauto, hábiles con las armas que protegen a los sumos sacerdotes del enriquecimiento rápido, de las soluciones instantáneas, de la imposición a la fuerza, de la maldad como rito; esos que celebran con el llanto ajeno, sus fechorías y sus vidas huecas. Deben ser de esos que crecen practicando la vida como un orgasmo, un éxtasis, un viaje alucinante, como momentos de adrenalina, con consecuencias fuera de su óptica.
El hombre libre, fue asesinado por los que viven su libre albedrío, por los ladrones de vidas y como Cristo o Gandhi, por sus defendidos.
Fue asesinado por hombres libres que venden sus balas al mejor postor, mercenarios de las guerras de las mafias, actores estelares en las pandillas, gritones de las religiones y de los partidos políticos, caballeros de los grandes negocios, figurines de los gobiernos y de las vecindades terroríficas.
Se marchó en un instante el hombre sin fronteras, que no era de aquí ni de allá, que sabía la diferencia entre beber el vino por vino y el agua por agua, que entendía el llanto de una mujer, a las golondrinas y a las malas señora, a las canciones en cualquier idioma, que recorría el mundo en el verano y volvía a casa en el invierno, para reencontrar sus perros y los abrazos de siempre; hoy es voz sin tiempo y sin presentaciones pagadas, un canto contra la violencia entre humanos y contra esos terrícolas que matan a su madre, la naturaleza: un canto sin odio contra los ladrones a los que cantó, porque le parecían interesantes, pero que también son capaces de quitar a otro cualquier cosa, hasta la vida y le acertaron un tiro, como lo hacen con los inocentes en ésta y cualquier parte del planeta.
Me sumo, se dijo, mientras trataba de apaciguar su odios, creo en su sensata ilusión, en su modo de vivir y a su canto, con mis alas ateas, con mis grillos, deberes, deudas y dudas, que me asfixian y te digo....querido Facundo, puedes contar conmigo para desde la otra orilla ser luz.
Antes de apagar el equipo de sonido su cancion favorita, sus silencios dijeron-Adiós mi recordado Facundo, te quiero porque me hiciste ver la fragilidad de la vida, los espejismos de esta sociedad y la forma de vivir sin fronteras ni temores y sin tomarse demasiado en serio, con un día de hoy lo bastante bueno para ser semilla de otro.
lunes, 11 de julio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario