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viernes, 21 de octubre de 2011

El hombre del tiempo

¿Qué es e  tiempo? - se preguntó mientras veía las horas pasar sin trabajo.
Rondaba por las calles sin ninguna dirección cuando encontró la respuesta: el tiempo es la relación del algo o alguien con otro algo o alguien.  Si, es eso simplemente. Cuando tú te relacionas con una casa, la casa tiene un tiempo para ti y posiblemente otro tiempo para las personas que en ella habitan.  Cuando conoces a alguien y lo vuelves a ver a los años, identificas el tiempo que pasó entre los dos, cuando siembras una planta y luego la ves como un árbol, identificas el tiempo, cuando quieres correr y ya no eres tan fuerte ágil y resistente, entonces te das cuenta del tiempo, cuando ves un viejo teléfono o televisor y lo comparas con los nuevos, el tiempo está presente.
Las calles y la gente, pasaban a su lado, en su casa ya no quedaba dinero suficiente,  un  viento triste se robaba la risa de sus seres queridos, las cuentas llegaban como la lluvia fría a un mendigo de la calle, entendió  que hay un tiempo a favor, que es cuando el barco viaja con viento en popa, y hay un tiempo en contra, que es cuando la vida y lo que ella necesita para mantenerse menguan.
Volvió a salir,  se dirigió a la Estación Charles Darwin, cruzando desde su casa a lo largo de la Isla Santa Cruz, en las Galápagos, quería ver como el tiempo parecía detenido en aquellos animales con cientos de años.   Al llegar, muchas mariposas que una vez al año aparecen y viven un día,  le salieron a recibir. Eran dos mundos: el fugaz y vibrante de los insectos y el pesado y lento de la tortugas, para las mariposas, el día era su ultima oportunidad, para la otra el tiempo parecía detenido.
Luego caminó para mirar el Océano Pacifico, donde los años  se cuenta por millones.  Quedó atrapado en el irse y venir de las olas, recordó aquel pensamiento que decía el que espera de otros come mal y merienda peor.
  Estuvo   caminando por la orilla, hasta que  llegó a sus pies un churo, lo tomó, al pasar de regreso por una ferretería, compró con los últimos dólares tres pequeños tarros de pintura esmalte de amarillo, azul y rojo.  Mientras pintaba sus fantasías en  esa  extraña cubierta,  el tiempo le comenzó a hablar por su voz a gritos.
- ¡Vengan y escuchen los   millones de años de este inmenso refugio de vida!, repetía y repetía, mientras  entretenía al auditorio con  historias de  iguanas,  lobos marinos, piqueros, piratas y presos que vivieron en aquel lugar.  La gente  se ponía incrédula al comienzo, luego reían  comentaba y hasta  lloraban con sus cuentos, mientras en  sus oídos exploraban los ruidos del   en el churo que  parecía haber atrapado el sonido de las olas.  finalmente le pagaban centavos por aquellas ilusiones.
El tiempo pasó y aquel cuentero y sus churos, se convirtieron en parte del turismo de las Islas,  sus cuentos comenzaron a ser repetidos en las casas.   Cuando el murió sus cuentos quedaron como leyendas.

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