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viernes, 6 de enero de 2012

El pescador

por Maximiliano Moreno

Le llegó a las manos de aquel viejo pescador el libro "El viejo y el mar" de Ernest Hemingway.  Al terminar de leerlo, después de una semana de ir palabra por palabra, encontrando sentido a lo que estaba impreso, creyó que su vida había sido contada.
Pero a aquella historia, le sobraba algunas cosas, por ejemplo, ese pescador cubano era fanático del beisbol de los Estados Unidos, él era fanático del Barcelona, el equipo de futbol de Guayaquil; hasta había hecho pintar su escudo en la pared frontal de su casa.  Coincidían en eso de pasar el tiempo reparando la red, y posiblemente en los años.  También coincidían en aquellos tiempos en que la pesca era en una canoa a remo y vela.  Pero en ese lugar del Caribe no se habla mucho del oleaje, aquí los vientos que desde junio soplan hasta diciembre, junto con las ballenas,  ayudan al pescador a llegar más lejos, pero también lo pueden poner en peligro.
Seguramente en Cuba, y en el Caribe no deben haber los mismos vientos, pero escuchó que allá hay temporada de huracanes y esos si que debe ser terrible.
  Yo nunca he visto un huracán en la mar, aquí en tierra si han venido los vientos y se han llevado los techos de zinc, pero la televisión habla de vientos de hasta doscientos kilómetros por hora.-¿Que será eso?
Creo que nuestras  playas no son tan blancas como dice el libro, las playas por acá son cafés, grises y hasta negras, porque en ciertos meses aparece una arena negra, que ahora vienen a comprarla en los enormes trailers que la gente llama tracto-mulas porque, según dice tiene silicio, que no sé para que  sirve.
Mientras tejía la red antes de preparar la salida, recordaba que había otra cosa en la que ahora coincidían él y aquel viejo pescador, era en que  ahora ambos tenían que permanecer mucho más tiempo y viajar  lejísimo de la playa, para encontrar pesca.   Aun recordaba los días en que la pesca se la hacía en la orilla.  Eran buenos tiempos.  Se salía calculando cuando empezaba a bajar la marea.  Con una punta de la red en la playa,    dependiendo de para donde corría la corriente, lanzaba la red desde una canoa.  Eran redes de 500 y hasta mil metros, ahora algunos usan redes de hasta 5 kilómetros, él dejó la red y pescaba sólo con anzuelo pescado grade, a eso le llaman espinel.  La otra punta de la red selía con el pescador y su canoa, playa arriba o playa abajo.  Entonces aparecían como por encanto personas que le ayudaban a halar.  El jalar la red era divertido porque era un momento en que los vecinos y amigos se reunían para comentar las noticia y otras novedades, galantear, hacer bromas, contar las penas, con la soga amarrada a la cintura, o cruzando la espalda o los hombros.
Eran tiempos diferentes, abundaba el pescado y no había compradores, ni congeladores, ni camionetas, así  que lo  que no se vendía en el pueblo, o a algun pequeño vendedor, se distribuía entre los vecinos. Debía ser por eso que no le faltaban mujeres ni muchachas, la vida le había enseñado que las mujeres se prenden del hombre generoso y productivo, aunque al principio cualquier  vago o muchacho se las lleve, después que se dan cuenta que son aves de paso, una aventura pasajera, se vienen suavecito y con un poco de discreción se canjea placeres por pescado.
Pero desde el día que llegó la electricidad, el carretero, los congeladores, los motores fuera de borda y los compradores en camionetas o camiones, todo cambió.  Primero, el que menos quiso ser pescador, luego los mismos compradores alquilaban o vendían los motores,   para que se les pague con pesca, deudas que resultaban eternas.  Se necesitaba plata para la gasolina y el aceite, sino el motor no caminaba.  Incluso aparecieron unas redes modernas que llamaban electrónicas, que engañan a los peses y son buenísimas para capturar las hembras ovadas del camarón.
También llegaron las camaroneras, y con ellas se destruyo miles de hectáreas de manglares, lo que redujo bastante la pesca.  Las camaroneras usan sin miedo antibióticos que vierten al agua y mata la comida de los peces, que dicen se llama plancton,  el aceite de los motores y el diesel se derrama  a menudo, matando a los pecesitos que están creciendo en la orilla o en los manglares, porque en ese lugar seguramente hay mas aire.  Lo sé porque cuando sube la marea se ve como la arena inyecta aire en el agua mediante burbujas, que salen cuando llega la marea alta.  Seguramente por eso aumentaban la larvas del camarón en los aguajes, que es cuando la marea se mete más en la arena de la playa.
Me acuerdo cuando llegó el boom del camarón, era una fiebre, miles de familias cernían el agua de la playa por todas partaes del la Costa, mediante unas redes rojas que llamaban redes micormétricas, estas redes capturaban cuanto animal pequeño había en la playa, y los larveros los dejaban agonizando en la arena, únicamente les interesaba las larvas, que eran de cuatro clases, pero sólo dos podían crecer en las piscinas.
Entonces la pesca casi desapareció,  y nos tuvimos que dedicar a la captura de las hembras ovadas del camarón.  Los laboratorios pagaban un montón de plata, y fue más valiosa esta pesca, desde que llegó la peste de la mancha  blanca, que casi terminó con la industria, pero ahora a vuelto a renacer;  por suerte ya no compran larvas a los larveros que han desaparecido, únicamente a los laboratorios.  Entonces los larveros se hicieron pescadores, y ahora hay miles de pescadores que nunca antes fueron pescadores, ni tampoco sus padres o sus abuelos.
Es por eso que nos tenemos que ir hasta doscientas millas mar afuera y pasar varias noches pescando, porque la pesca de la orilla ha desaparecido, allá el frío y los ladrones o piratas de motores son los que nos dan problemas. Se requiere al menos tescientos a quinientos dólares en combustible y si no hay pesca mejor ni volver.
Quizás soy más viejo que el pescador del cuento, porque tengo setenta y dos años, pero estoy obligado a salir, a mí me gusta pero además debo  pagar  los dos motores de setenta y cinco caballos y la fibra.  Ahora el pescador se auto explota.  Nosotros mismos nos explotamos, esa es la pura verdad.






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